inici
ANNA. A ver, que podrían haber sido menos típicos. Son capaces de crear una persona y luego escogen un nombre de segunda mano. Bueno, un nombre de tropecientos cuerpos - si queremos ser fieles a las palabras-. Me pusieron este nombre como me pusieron el vestido del bautizo: a su gusto y con la suerte que los nombres son tan grandes que cualquier recién nacido cabe en ellos. Ahora soy yo la que tiene que perder el tiempo creando un nuevo significado para Anna, pero si el tiempo lo hubieran ocupado ellos buscando un nombre inexistente ya no haría falta. Podría ser yo misma sin el miedo de quedarme atrapada entre las paredes de mi nombre. En verdad todo el mundo que me percibe me bautiza a su gusto o a su modo o posibilidad de hacerlo dentro de su mente -si esta esta contagiada por la idea humana de poner nombres a las cosas y a la vida en general-. Estoy segura que dentro de algunas mentes soy un puro gesto, un llanto, un color o incluso alguien me identifica con su propio nombre y cada vez que me ve piensa en un espejo.

No soy Anna. Soy su contenido. Que debe ser el mismo que el de mi cuerpo y mi mente. Anna es como el título de todos los sucesos que van a ocurrirle a mi persona. Un título que se pone sin saber el final. Bueno ni tan siquiera el inicio del cuento, solo el prólogo. Ojalá nacer sabiendo la moraleja. Y ojalá mi titulo fuera un enlace de youtube que te transportara a un vídeo casero que reproduce en bucle una puerta que al abrirse se encuentra con ella misma que, de nuevo al abrirse, se vuelve a encontrar con ella y así sucesivamente los seis minutos que dura esa reproducción que gracias a que no hay el repetir uno tiene final y la puerta puede descansar por fin de ella misma. Ese seria el nombre que me pondría yo, aunque la gente para cortarlo -desesperada por la falta de tiempo- me llamaría bucle y yo quiero llamarme puerta que se abre y se vuelve a abrir y vuelve a encontrarse y a abrirse para verse de nuevo y volverse a abrir... pero puedes llamarme Anna.